La
relación de música y educación tiene una larga historia, tanto como el lenguaje
mismo “muchos eruditos sospechan que la expresión y la comunicación
lingüísticos y musicales tuvieron orígenes comunes” Gardner (2001). Se pueden
rastrear datos históricos específicos en los que ha jugado un papel importante.
Por ejemplo, Pitágoras, cinco siglos antes de nuestra era, basado en sus
descubrimientos musicales de las proporciones interválicas de los sonidos
mediante la mesura de las vibraciones, formuló dos de sus ideas más
reconocidas: la armonía de las esferas y la idea de que el mundo está formado por números
(Gómez, 2005). Pitágoras creo una escuela-monasterio, donde sus estudiantes,
los pitagóricos, se dedicaban al estudio
de diversas disciplinas entre ellas
preferentemente las matemáticas y la música.
100
años después de Pitágoras, entre los siglo IV-III a. C., Platón y su discípulo Aristóteles plantearon
cada uno por su parte en sus respectivas obras “La República” (1991) y “La Política” (1998) que en la educación dos disciplinas
eran fundamentales: La gimnasia para el cuerpo y la música para el espíritu.
Estas ideas marcaron a la educación durante varios siglos.
Con
el surgimiento del cristianismo, y la erección de un nuevo paradigma basado en
el monoteísmo, la iglesia tomo el control de las instituciones educativas,
implantó un nuevo modelo educativo-evangelizador que daba al traste con la
parte corporal física o de la gimnasia para fomentar la parte teórica o
espiritual del estudio. Para el siglo IV d.C. se crea la llamada escuela de las
siete Artes liberales: el Trivium conformado por la Gramática, Dialéctica y Retórica; y el Cuadrivium, formado por la Aritmética, Geometría, Astronomía y Música. La
música continúa teniendo una importancia primordial. No es casualidad que uno de
los principales legados de la época medieval sea la creación de los fundamentos
de lo que hoy es la teoría musical de occidente.
En el medioevo hubo muchos
tratados de música en los que se exponían reglas musicales, reglas que además se
asemejaban mucho a las reglas de conducta. Uno de esos tratados es el de Boecio, quien entre los siglos V y VI
escribe “De Música”, un tratado donde da prioridad a la música vocal, en
contraposición a la música instrumental, y en la que, de esta última decía que
“el hecho de producir manualmente, a través de los instrumentos. No tiene valor
alguno, es solo soplar un tubo o rasguear una cuerda” (Peñaloza, 2005). Boecio
afirmaba que lo teórico tiene superioridad frente a lo práctico, lo espiritual
frente a lo corporal. En ese sentido, si revisamos las artes liberales
notaremos que la gimnasia griega fue excluida, no así la música y otras
ciencias artes abstractas como la aritmética. El filósofo neoplatónico sólo
confirma esa exclusión.
En
la época del renacimiento, llegan los ideales humanistas en los que, se nota un
alejamiento constante de la influencia de la iglesia. Muchos de los grandes
genios de esa época, se sabe, eran diestros en las artes musicales, pues la
música forma parte de su acervo intelectual y atractivo social. Tenemos los
casos de Da Vinci, Descartes, Jean-Jacques
Rousseau quienes además de dedicarse cada uno a la ingeniería, la filosofía, o la ciencia, también
escribieron sus propios tratados y teorías musicales. El ideal humanistas, el
polifacetismo, donde el artista es científico, pero también artista e inventor,
llegan hasta el siglo XIX. Es notorio como en las familias burguesas de ese
siglo casi siempre se contaba con un músico que amenizaba en las reuniones
familiares o de amigos. Es de recalcar que a partir de ese siglo, se concreta
la llamada especialización, producto de un espíritu científico positivista
imperante, que como resultado llevará a que la educación musical y la educación
formal se vayan separando.
Entrado el siglo XX, con el
surgimiento de nuevas ciencias, en especial de la Psicología, comienzan a
estudiarse los procesos de aprendizaje, surgen modelos educativos como el
conductismo, la escuela activa, el constructivismo, entre otros. Se le da
importancia a la forma del proceso de enseñanza aprendizaje. La música forma
parte del currículo escolar, sin embargo su importancia es minada por en pro de
la enseñanza del lenguaje y las
matemáticas.
A finales del siglo XX se
producen estudios especializados que religan la educación y la música. Tenemos
el caso de Howard Gardner, quien en 1983 enuncia la
teoría de las inteligencia múltiples, donde afirma que todos los seres humanos
poseemos diferentes maneras de conocer, diferentes inteligencias, y entre ellas
la Inteligencia
Musical, que se muestra cuando a una persona les atraen los sonidos de la
naturaleza y todo tipo de melodías, cuando disfrutan siguiendo el compás con el
pie, golpeando o sacudiendo algún objeto rítmicamente.
Unos años después, Reucher
(1993, en Ramos, J.
2001), en un estudio menciona el Efecto Mozart, donde explica
que el simple hecho de que una persona escuche música de este compositor austriaco
del periodo clásico produce efectos que elevan el nivel de aprendizaje.
Más recientes investigaciones de la relación música y cerebro
señalan que la música es
un estímulo que enriquece los procesos sensoriales, cognitivos (como el
pensamiento, el lenguaje, el aprendizaje y la memoria) y motores, además de
fomentar la creatividad y la disposición al cambio. En un vídeo de Internet
referido como (La oveja eléctrica, 2009), José Luis Díaz, neurofisiólogo
mexicano explica en que consisten los estudios neurofisiológicos respecto a la
música:
“La Neurofisiología
busca averiguar en que partes del cerebro se procesan determinados tipos de
información. En la música fundamentalmente hay dos escuelas: Una que dice que dice que la música
incide sobre los sistemas emocionales
primarios del cerebro: evoca emociones primarias: Provoca alegría o tristeza.
El sistema límbico y otras partes del cerebro básicas procesa dichas emociones
primarias. La otra escuela dice que están involucradas zonas cognitivas superiores de la corteza
cerebral, en la emoción musical que tienen que ver con el lenguaje y con el
procesamiento de información semántica.” (Recuperado el 18 de Junio de 2010.
Disponible en:
El siglo XXI trajo consigo una ola
de cambios económicos, sociales, tecnológicos y educativos; sin embargo es
evidente que cada vez se relegan más las actividades artísticas en favor de actividades
laborales, que en efecto son importantes, pero que no lo son todo en la formación de un
individuo. Las actividades artísticas y en el caso específico de la música, son menospreciadas, sin embargo forman parte
muy importante del individuo y de la sociedad, pues en todas partes nos
encontramos ambientados por música, crecimos con música, aprendimos con música,
nos relacionamos socialmente con música, además de que mediante ella se expresa
el carácter de un individuo y de una sociedad, sin olvidar que las expresiones,
mediante obras musicales –y de cualquier arte- son manifestaciones del
pensamiento complejo, del pensamiento autónomo, de las llamadas funciones psicológicas
superiores, e indudablemente de la metacognición y la transversalidad,
conceptos que iremos desentrañando en este trabajo.
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