lunes, 30 de julio de 2012

2.2.5 Neurofisiología: Música y Cerebro.



Para percibir  el sonido, como fenómeno físico, hay que tener en cuenta que se trata de un conjunto de vibraciones de aire que crean ondas sonoras. El proceso auditivo  comienza cuando el sonido es captado en el pabellón auditivo y es  conducido al tímpano,  que vibra y luego, mediante un mecanismo, trasmite las vibraciones al oído interno, que a su vez, mediante un líquido estimula las terminaciones nerviosas, células ciliadas, y éstas envían impulsos eléctricos a través del nervio auditivo hasta el cerebro;  el cerebro decodifica estos impulso y es así que se produce la audición.
Escuchar música presupone que no se trata únicamente de la percepción de sonidos, sino de una capacidad de escuchar melodías, silencios, ritmos y armonías, y  para lograrlo se requiere de procesos sensoriales cognitivos, emocionales y motores, para lo cual hay estructuras y procesos en el cerebro que posibilitan -y son posibilitados- con la escucha de la música como lo son la memoria musical, motora y verbal (Ramos, 2001). 
La cantidad de sonidos que se percibe es inmensa y todos esos sonidos son diferenciados en el cerebro, se  diferencia sonidos de animales, de cosas, de fenómenos, a su vez cada uno de esos sonidos, al ser categorizados, producen un efecto;  con determinados sonidos se responde con alerta; y con otros con relajación. Para sobrevivir, el humano,  tuvo que clasificar, dar significado a lo que  escuchaba (y a todo lo que se capta mediante los sentidos); para ello, la memoria ha jugado un importante papel.

El hombre diferenció los sonidos naturales de los artificiales. La música como sonido artificial, produce placer, y porque se disfruta, se memoriza el ritmo, melodía y armonía. Ya se ha dicho como es que se produce el proceso auditivo, pero el proceso de audición de la música es aún más complejo, basta mencionar el proceso de decodificación de la música que el cerebro hace en diferentes áreas. Por ejemplo, el ritmo musical estimula al cerebelo, que controla el sistema motor, además, el ritmo afecta a la respiración y el corazón, pues se tiende a la sincronía con el ritmo; la melodía afecta al sistema límbico, que es la zona de las emociones en el cerebro, ahí se activan hormonas que producen diversas emociones, que dependen de la memoria.
            A un nivel muy básico el placer se puede reducir a una reacción positiva -en términos biológico-evolutivos- en el sistema nervioso frente a los estímulos exteriores. De alguna manera el cerebro, para funcionar necesita de estímulos placenteros, la música los produce y satisface las necesidades de sensaciones emotivas. Se puede observar el placer musical en diferentes niveles,  desde un placer  producido por el ritmo donde a  más movimiento, mayor sensación de placer y más liberación de dopamina -que es la  hormona del placer-; a un placer producto de una determinada melodía que evoca determinados recuerdos y emociones (Mi cerebro musical); hasta un placer más complejo donde el individuo mezcla sus recuerdos y memorias musicales para formar un por decirlo así, nuevo estado de ánimo, mediante una composición musical.

La música tiene en cierto sentido un lenguaje matemático, pues al ser un fenómeno físico, para ser producido artificialmente se tuvo que mesurar, con el fin, primero de  memorizar y luego de manipular a voluntad. La noción pitagórica de armonía partía precisamente de la medición de la música, de relaciones matemáticas entre los sonidos, donde por ejemplo, al pulsar una cuerda,  el intervalo de octava alta de su sonido original se produce cuando se divide esa cuerda justamente a la mitad; el intervalo de quinta justa al  dividir la cuerda en 3;  el intervalo de cuarta al dividir la cuerda en 4 etc.
Actuales investigaciones neurofisiológicas, explican que la práctica musical, incentiva el aprendizaje de las matemáticas, puesto que ambas –música y matemáticas- se relacionan con el razonamiento espacio- temporal. (Asoc. Mateo Albenis, 1999).

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