lunes, 30 de julio de 2012

1.2 Planteamiento del problema


A la música cada vez más se le deja  fuera de la institución escolar y pareciera que uno de los actores más importantes de la educación, los profesores, no tienen interés ni conocimientos sobre una disciplina que a lo largo de la historia ha tenido una gran importancia. Nos cuestionamos: 1) ¿Cuál es la percepción que profesores de bachillerato activos tienen respecto a la relación entre música y el proceso de enseñanza aprendizaje? ¿Cuáles han sido sus vivencias respecto a esa relación? ¿Qué consideran que falta por hacer para que esa relación sea más fructífera? ¿Con la capacidad metacognitiva, que presuponemos poseen los profesores, se puede definir, enjuiciar y valorar esta crisis musical y su relación con la educación? ¿Se puede, también, mediante la transversalidad reinsertar la práctica de la música de nuevo a la escuela?  Estas son algunas interrogantes que trataremos de dilucidar en el presente trabajo.
De manera general, diremos que hay una especie de crisis educativa proveniente de los modelos educativos tradicionales, de esa tradición escolástica donde el profesor era la autoridad y su palabra la verdad; tradición imperante que desde ya hace milenios da un valor desproporcionado a la  racionalidad; tradición que, según Moreno (1993, en  Yus,1998, p: 8), se remonta a los clásicos griegos, y obedeció a los intereses de la élite que dominaba entonces una cultura que se vertebraba alrededor del pensamiento filosófico. De ahí proviene la idea de que la inteligencia se reduce a la razón-pensamiento-teoría, y por tanto se dejan de lado otro tipo de capacidades como las creativas y prácticas, que no son  otra cosa que expresiones, también de inteligencia, aunque de otro tipo de inteligencia. Como sea la racionalidad ronda por nuestra cultura y es necesaria, pero no en tal exceso que se quebrante la sensibilidad y emocionalidad y con ello desequilibre la formación integral de los individuos y las sociedades.
Concerniente a esa idea de crisis educativa, también se ha señalado que hay un desfase entre teoría y práctica, entre los contenidos ideales que se enseñan en la escuela y los que se practican en a vida cotidiana: no se corresponden. En la escuela no se aprende a conocer, sino a memorizar dogmáticamente. No hay relación entre escuela y vida, entre conocimiento y acción. Recientemente, se ha dicho que la  crisis educativa responde, a la exagerada importancia de la productividad especialista, a la unidimensionalidad mercantil, es decir, en un mundo donde la regla que rige es la del mercado, a la escuela le preocupa más satisfacer los requerimientos del mercado que a la formación integral del individuo y por ende de la sociedad (Yus, 2001, p.41).
El papel que han tomado los medios masivos de comunicación, como el periódico, la radio, la televisión y últimamente Internet,  también ha determinado  a la educación. El poder tradicionalmente otorgado a la escuela se desvanece ante el peso de la información y el entretenimiento de los medios masivos de comunicación. Los medios que toman el lugar de la escuela, que si bien es cierto, no es su finalidad principal, también es cierto que educan, aunque su educación no responda a la formación integral del individuo, sino a los intereses del mercado.
Ahora bien, es común escuchar opiniones en las que se acusa a los artistas de irracionales,  y que por tanto, en una sociedad donde se valora más a la racionalidad, se puede prescindir de ellos no sólo en educación, sino socialmente. Ese es el meollo del asunto, se está prescindiendo de la música en base a una opinión prácticamente infundada, y la sociedad parece no percatarse. Basta analizar un poco los programas y planes de estudio de la Secretaria de educación Pública (SEP) para darnos cuenta de este hecho. En México en educación básica el estudio de la música es muy reducido, a excepción de la etapa preescolar, donde los niños juegan y aprenden con música en las etapas posteriores se va disminuyendo su estudio. En primaria el plan de estudios (2009) contempla una hora para la practica de la educación artística, en el plan de estudios de secundaria (2006) dos horas. Si recordamos que por educación artística se entiende estudio de pintura, danza, teatro o música, entonces el tiempo de estudio de la música se reduce.  Eso quiere decir que si  en el año están contempladas 40 horas clase de educación artística y se divide entre las cuatro disciplinas (pintura, danza, teatro o música) el resultado es de 10 horas anuales;   si a esto le aunamos el hecho de que en muchas ocasiones la baja capacidad del maestro para dominar, no sólo la disciplina musical, sino también la pedagogía musical, tenemos que la actividad musical de los estudiantes en México es casi nimia, por no decir nula.
La música tiene una gama grande y concreta de aplicaciones en diversos rubros de la actividad humana; sin embargo en nuestra sociedad se ha descuidado su práctica con fines educativos, lo que ha degenerado en un “analfabetismo musical”. Karla María Reynoso (2009) menciona lo siguiente: 
“La mayoría de la población mexicana, personas que no tuvimos una preparación musical especializada, tenemos una capacidad efectiva de comunicación musical aproximada a la de un niño de 10 años. Podemos disfrutar y entender la música con la que estamos familiarizados; pero comprendemos y significamos  parcialmente la música de estructuración compleja; la mayoría de nosotros, analfabetas musicales, estamos limitados en la comprensión y expresión musical.” (Reynoso, 2009. P. 56)

También la Asociación Mateo Albeniz (1999), dedicada al fomento de la música, considera que la falta de educación musical a degenerado en una cultura del ruido, lo cual supone un daño no sólo psicológico, sino físico, del hombre y la naturaleza.
Como puede apreciarse, el escenario en el que nos movemos respecto a la educación musical no es nada halagador, y menos cuando intentamos comprender las implicaciones que conlleva dicho problema. Tratemos de explicar esas implicaciones usando el principio físico de los vasos comunicantes, para tener una idea de la dimensión del problema que planteamos.
Los vasos comunicantes son una serie de recipientes comunicados entre sí, en los que, sin importar la forma que pudieran tener, al ser llenados con un líquido, éste recorre la totalidad los vasos hasta alcanzar en todos un mismo nivel. Nosotros hacemos la analogía con la sociedad. La sociedad está compuesta por diversos elementos (vasos comunicantes) como son, por ejemplo, el arte, la educación o el deporte.  Un simple vistazo a los resultados que nuestro país tienen el ámbito internacional en educación o en deportes se puede deducir qué el  analfabetismo musical del que hablamos no es un caso aislado, y al igual que en los vasos comunicantes, el rendimiento se extiende a otras disciplinas, y entonces comprendemos porque el nivel en ámbitos como los educativos, sociales y culturales de nuestro país es tan bajo.
Nuestra idea es que al igual que en los vasos comunicantes, no importa en cuál vaso se vierta el líquido, el nivel de todos los vasos subirá. Nosotros proponemos la práctica de la música como tema transversal, las razones las explicaremos más adelante, porque pensamos que al elevar el nivel de educación musical, se eleva el nivel de la educación en general. No es cuestión de ocurrencia, sino de sentido común, de lógica: una persona que no desarrolla uno de los sentidos (el oído)  o una de sus inteligencias (la inteligencia musical) no es un ser humano con un desarrollo integral.

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