
De
manera general, diremos que hay una especie de crisis educativa proveniente de
los modelos educativos tradicionales, de esa tradición escolástica donde el
profesor era la autoridad y su palabra la verdad; tradición imperante que desde
ya hace milenios da un valor desproporcionado a la racionalidad; tradición que, según Moreno
(1993, en Yus,1998, p: 8), se remonta a
los clásicos griegos, y obedeció a los intereses de la élite que dominaba
entonces una cultura que se vertebraba alrededor del pensamiento filosófico. De
ahí proviene la idea de que la inteligencia se reduce a la
razón-pensamiento-teoría, y por tanto se dejan de lado otro tipo de capacidades
como las creativas y prácticas, que no son
otra cosa que expresiones, también de inteligencia, aunque de otro tipo
de inteligencia. Como sea la racionalidad ronda por nuestra cultura y es
necesaria, pero no en tal exceso que se quebrante la sensibilidad y
emocionalidad y con ello desequilibre la formación integral de los individuos y
las sociedades.
Concerniente
a esa idea de crisis educativa, también se ha señalado que hay un desfase entre
teoría y práctica, entre los contenidos ideales que se enseñan en la escuela y
los que se practican en a vida cotidiana: no se corresponden. En la escuela no
se aprende a conocer, sino a memorizar dogmáticamente. No hay relación entre
escuela y vida, entre conocimiento y acción. Recientemente, se ha dicho que
la crisis
educativa responde, a la exagerada importancia de la productividad
especialista, a la unidimensionalidad mercantil, es decir, en un mundo donde la
regla que rige es la del mercado, a
la escuela le preocupa más satisfacer los requerimientos del mercado que a la
formación integral del individuo y por ende de la sociedad (Yus, 2001, p.41).
El
papel que han tomado los medios masivos de comunicación, como el periódico, la
radio, la televisión y últimamente Internet,
también ha determinado a la
educación. El poder tradicionalmente otorgado a la escuela se desvanece ante el
peso de la información y el entretenimiento de los medios masivos de
comunicación. Los medios que toman el lugar de la escuela, que si bien es
cierto, no es su finalidad principal, también es cierto que educan, aunque su
educación no responda a la formación integral del individuo, sino a los
intereses del mercado.
Ahora
bien, es común escuchar opiniones en las que se acusa a los artistas de
irracionales, y que por tanto, en una
sociedad donde se valora más a la racionalidad, se puede prescindir de ellos no
sólo en educación, sino socialmente. Ese es el meollo del asunto, se está
prescindiendo de la música en base a una opinión prácticamente infundada, y la
sociedad parece no percatarse. Basta analizar un poco los programas y planes de
estudio de la Secretaria
de educación Pública (SEP) para darnos cuenta de este hecho. En México en
educación básica el estudio de la música es muy reducido, a excepción de la
etapa preescolar, donde los niños juegan y aprenden con música en las etapas
posteriores se va disminuyendo su estudio. En primaria el plan de estudios
(2009) contempla una hora para la practica de la educación artística, en el
plan de estudios de secundaria (2006) dos horas. Si recordamos que por
educación artística se entiende estudio de pintura, danza, teatro o música,
entonces el tiempo de estudio de la música se reduce. Eso quiere decir que si en el año están contempladas 40 horas clase de
educación artística y se divide entre las cuatro disciplinas (pintura, danza,
teatro o música) el resultado es de 10 horas anuales; si a esto le aunamos el hecho de que en
muchas ocasiones la baja capacidad del maestro para dominar, no sólo la
disciplina musical, sino también la pedagogía musical, tenemos que la actividad
musical de los estudiantes en México es casi nimia, por no decir nula.
La
música tiene una gama grande y concreta de aplicaciones en diversos rubros de
la actividad humana; sin embargo en nuestra sociedad se ha descuidado su
práctica con fines educativos, lo que ha degenerado en un “analfabetismo musical”. Karla María Reynoso (2009) menciona lo
siguiente:
“La
mayoría de la población mexicana, personas que no tuvimos una preparación
musical especializada, tenemos una capacidad efectiva de comunicación musical aproximada
a la de un niño de 10 años. Podemos disfrutar y entender la música con la que
estamos familiarizados; pero comprendemos y significamos parcialmente la música de estructuración
compleja; la mayoría de nosotros, analfabetas musicales, estamos limitados en
la comprensión y expresión musical.” (Reynoso, 2009. P. 56)
También la Asociación Mateo
Albeniz (1999), dedicada al fomento de la música, considera que la falta de
educación musical a degenerado en una cultura del ruido, lo cual supone un daño
no sólo psicológico, sino físico, del hombre y la naturaleza.
Como puede apreciarse, el
escenario en el que nos movemos respecto a la educación musical no es nada
halagador, y menos cuando intentamos comprender las implicaciones que conlleva
dicho problema. Tratemos de explicar esas implicaciones usando el principio
físico de los vasos comunicantes, para tener una idea de la dimensión del
problema que planteamos.
Los
vasos comunicantes son una serie de recipientes comunicados entre sí, en los
que, sin importar la forma que pudieran tener, al ser llenados con un líquido,
éste recorre la totalidad los vasos hasta alcanzar en todos un mismo nivel.
Nosotros hacemos la analogía con la sociedad. La sociedad está compuesta por
diversos elementos (vasos comunicantes) como son, por ejemplo, el arte, la
educación o el deporte. Un simple
vistazo a los resultados que nuestro país tienen el ámbito internacional en
educación o en deportes se puede deducir qué el
analfabetismo musical del que hablamos no es un caso aislado, y al igual
que en los vasos comunicantes, el rendimiento se extiende a otras disciplinas,
y entonces comprendemos porque el nivel en ámbitos como los educativos,
sociales y culturales de nuestro país es tan bajo.
Nuestra
idea es que al igual que en los vasos comunicantes, no importa en cuál vaso se
vierta el líquido, el nivel de todos los vasos subirá. Nosotros proponemos la
práctica de la música como tema transversal, las razones las explicaremos más
adelante, porque pensamos que al elevar el nivel de educación musical, se eleva
el nivel de la educación en general. No es cuestión de ocurrencia, sino de
sentido común, de lógica: una persona que
no desarrolla uno de los sentidos (el oído)
o una de sus inteligencias (la inteligencia musical) no es un ser humano
con un desarrollo integral.
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